La realización del proceso de planificación permite formular objetivo específicos y en términos explícitos para cada unidad. Supongamos, por ejemplo, una empresa en la que el incremento de las ventas y de la cuota de mercado son variables clave porque permiten un mayor poder de negociación con entidades externas (administración pública, proveedores, clientes, distribuidores, etc.). El comportamiento del departamento comercial privilegiara todas aquellas actividades y decisiones que promuevan un aumento en las ventas.
En estas condiciones el presupuesto especificaría y cuantificaría, en términos financieros, los objetivos estratégicos para cada uno de los diferentes responsables de la empresa para cada ejercicio que contemple aquél y facilitaría la congruencia de las decisiones individuales con los objetivos empresariales a largo plazo.
La formulación de estos objetivos debe estar ligada a los objetivos generales de la empresa y, en particular, tanto a la estrategia de la empresa, elaborada a partir del análisis del entorno y de la propia organización, como a su estructura organizativa.
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