Los
hábitos son patrones de conducta compuestos de tres componentes que se
superponen: Conocimiento (Saber), Actitud (Querer) y Habilidad (Poder).
Debido a que son aprendidos y no heredados, nuestros hábitos constituyen
nuestra segunda naturaleza, no la primera.
Nuestros
hábitos nos resultan muy útiles, porque nos evitan tener que empezar siempre
"desde cero". El problema radica cuando el hábito se transforma
de "una manera" de hacer las cosas, en "la única" manera de
hacer las cosas.
La primera decisión que debemos tomar para cambiar
un hábito es evitar definirnos a nosotros mismos en términos de nuestros
hábitos, características y tendencias actuales. Los hábitos de la efectividad
pueden ser aprendidos, los de la inefectividad desaprenderse. Como el éxito del
cambio de hábitos deriva inicialmente de la relación que establecemos con
nosotros mismos, es vital mejorar nuestras "conversaciones privadas".
Podemos decirnos a nosotros mismos: "No niego, ni reprimo mi estado
emocional actual por más negativo que sea. Pero yo no soy mi emoción
dominante, si me lo propongo puedo ejercitar mi capacidad para impedir que este
estado emocional negativo me controle o me paralice". Si bien resulta
obvio que conversaciones como estas no serán suficientes por si solas
para sostener un proceso de cambio, es un punto de partida indispensable para
comenzarlo.
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