El crecimiento es a priori la variable de efecto más
evidente en la valoración bursátil. Si crece la economía, las empresas venderán
más, tendrán más beneficio y valdrán más en bolsa. Bien, pues en la práctica
esa relación no es tan clara. Y es que los puros ciclos económicos hacen que
los inversores recelen de una economía a todo gas. Los miedos a un
recalentamiento, con tiranteces en los mercados laborales y presiones
inflacionistas, hacen que se tienda a descontar la previsible subida de tipos que
facilite "un aterrizaje suave" (esa entelequia con la que sueña todo
banquero central que se precie.) Así pues, no es el crecimiento presente el que
favorecerá a la bolsa, sino las perspectivas de crecimiento futuro coincidentes
con un entorno de tipos de interés bajos..
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