Interpretando a Elorreaga (2002), la dirección y gerencia deben fomentar un
apropiado clima de confianza que asegure el adecuado flujo de información entre
los empleados de la entidad. La confianza tiene su base en la seguridad de
otras personas y en su integridad y competencia, cuyo entorno las anima a
conocer los aspectos propios de su responsabilidad.
La confianza mutua entre empleados crea las condiciones para que exista un
buen control interno. La confianza apoya el flujo de información que los
empleados necesitan para tomar decisiones, así como también la cooperación y la
delegación de funciones contribuyen al logro efectivo de los objetivos de la
entidad.
La comunicación abierta depende del nivel de confianza existente dentro de
la entidad. Un alto nivel de confianza anima a las personas a tener la
seguridad de conocer todo lo que sea de su competencia. Compartir tales
informaciones refuerza el control, al reducir la dependencia y la presencia
continuada, respecto de una persona con buen juicio y habilidad.
La fluidez de las comunicaciones entre los servidores y la voluntad para
delegar funciones son indicadores del nivel de confianza existente entre ellos.
Los cambios en la entidad tales como su reorganización indefinida o reducción
de personal en forma periódica, puede impactar sobre una atmósfera de
confianza, particularmente, si tales cambios son implementados de manera
inconsistente con los valores de la organización.
Corresponde a la dirección y gerencia de cada entidad establecer los
mecanismos que fomenten un clima de confianza que asegure el adecuado flujo de
información entre las unidades y los servidores de su entidad.
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