La
investigación supone adentrarnos en campos desconocidos, que puede que no
lleven a ninguna parte. Para lograr que los esfuerzos profesionales y
económicos no se conviertan en un gasto inútil, los investigadores deben buscar
unos resultados a priori positivos en temas de calidad, cantidad y
aplicabilidad del proyecto investigador que tienen entre manos.
Por ello,
se debe poner especial interés en orientar la gestión de dichos proyectos a los
resultados. Así pues, la empresa no debe abandonar nunca:
·
Visión a
largo plazo. Lanzar un producto novedoso o desarrollar un nuevo proceso de
producción requiere un tiempo de maduración prolongado con el objetivo de que
el periodo de vida útil de dicho producto o servicio también sea largo.
·
Evaluación
del riesgo de los proyectos de investigación. Pese a esto, todos estos
proyectos de I+D tienen que tener, por definición, un componente de
inseguridad, ya que ningún cambio tiene el futuro asegurado.
·
Previsión
de las tendencias del entorno y su evolución, para definir estrategias
investigadoras novedosas, que a la vez se ajusten a las demandas del mercado.
·
Capacidad
de recopilar, unir y valorar la información acerca de la situación tecnológica
y económica de la empresa, con la que hacer previsiones de futuro. Para ello,
es muy importante conocer de aquellas tecnologías interesantes para el
desarrollo de la empresa.
·
Cooperación
activa entre los diferentes departamentos de la empresa. La investigación no
debe implicar a unos pocos, sino que debe ser un proyecto común, asimilado y
impulsado por toda la organización.
·
Colaboración
del gabinete investigador interno a la empresa con otros organismos
relacionados con la I +D,
como los centros científicos y los asesores, incluso los proveedores y los
clientes, para lograr la transferencia de tecnología y/o personal investigador.
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